§ El concepto de
egocentrismo está ligado al desarrollo de la teoría antropológica. Aunque
ahora nos parezca extraño que en los primeros tiempos de la antropología no
aflorara la discusión sobre el concepto, a poco que reflexionemos nos daremos
cuenta de que la ausencia de la imprescindible madurez científica relega el
surgimiento de la noción de egocentrismo. Dado que el desarrollo teórico
estaba de parte de los occidentales, éstos no se cuestionaron, más que
raramente, el hecho, pensando que, en efecto, la cultura occidental era
superior.
§ En esto consiste,
precisamente, el egocentrismo, en conceder un valor superior a la cultura
propia frente al que se otorga a la ajena, y en emplear los patrones de la
propia para juzgar la cultura ajena. En la vida cotidiana, el egocentrismo es
bien perceptible en los juicios de valor de quienes ven a las gentes de otras
culturas como raras y atrasadas. Y, sin embargo, esta percepción requiere una
reflexión crítica. El egocentrismo dificulta e impide la comprensión de las
culturas de otros pueblos.
§ Las culturas no existen
aisladamente ni al azar, sino que se acompañan de poderosas razones para
existir. Por otro lado, el pensamiento de quienes las integran es lógico, igual
que el nuestro, y también sabemos que las culturas son optativas por lo
general. En consecuencia, no es equivocado pensar que las culturas tienen
claros fundamentos para existir. También es importante darse cuenta de
que es errado tratar de entender una cultura empleando patrones de otra
cultura. La lógica de la cultura exige que penetremos en la misma aprehendiendo
los elementos que la conforman.
§ Frente al egocentrismo, y
como forma de combatirlo, se halla el relativismo cultural. Al hilo del
discurso se entiende que el relativismo cultural consiste en ponerse en lugar
del otro para entender su cultura. El relativismo cultural consiste en adoptar
los patrones culturales de la sociedad que se pretende estudiar, a fin de poder
comprender su lógica interna.
§ Sin embargo, debemos
comprender que este relativismo ha de ser puramente metodológico, y no radical.
Es evidente que las culturas no son iguales, ni tienen por qué ser aceptables
por entero sus valores. La interpretación radical del concepto de relativismo
cultural nos llevaría a aceptar prácticas culturales desechables por entero,
como las que se refieren al sometimiento de la mujer, o a su lapidación. El
relativismo es sólo un principio que nos orienta acerca de la manera de
comprender a otra sociedad. El hecho de que el antropología se convierta en un
miembro más de la cultura que estudia no significa que deba abdicar de su
neutralidad científica.
§ Las prácticas culturales
que niegan los derechos humanos son reprobables desde cualquier punto de vista
y, por supuesto, ello no contradice el principio del relativismo cultural,
según el cual el antropología, o el científico social en general, debe tratar de
ponerse en lugar del estudiado para comprender mejor su cultura.
§ Por otro lado, el hecho de que
existan prácticas culturales denunciables no implica que esto sea lo común. Al
contrario, la mayor parte de las prácticas culturales son respetuosas con los
derechos humanos y, además, respetuosas con su propia tradición. Eso explica la
reivindicación de muchas sociedades para que sus derechos culturales sean
preservados y, de hecho, los grupos defensores de los derechos culturales, de
manera similar a como lo hacen los defensores de los derechos humanos, tratan
de poner a salvo aquellas culturas que corren serio peligro de extinción.
Sabido es que en el siglo XX se perdieron numerosas lenguas, tal vez más que
nunca en el pasado.
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