Lo primero que vamos a hacer es determinar que el término certeza
procede del latín. Así al proceder a estudiar a fondo a aquel nos encontramos
que su origen etimológico se encuentra en
la suma de dos partes latinas claramente diferenciadas: el adjetivo certus, que puede traducirse como “preciso o seguro”; y
el sufijo –eza, que es equivalente a “cualidad de cierto”.
La certeza es el conocimiento claro y seguro de algo. Quien tiene una certeza está
convencido de que sabe algo sin posibilidad de equivocarse, aunque la certeza
no implica veracidad o exactitud. Esto quiere decir que una persona puede afirmar que tiene una certeza y, sin
embargo, la información que maneja es
falsa o errónea.
Por
ejemplo: “No puedo darte la certeza, pero creo que el mes que viene
podremos comprar el coche nuevo”, “Carla me dio la certeza de que
mañana traerá el dinero”, “Tengo la certeza de que no me
estoy equivocando”.
Puede
afirmarse que la certeza es la posesión de una verdad que se corresponde con el conocimiento perfecto.
La conciencia de una certeza permite afirmar este conocimiento sin temor de
duda y con confianza plena en la validez de la información.
La
certeza, por lo tanto, se basa en una evidencia, o en lo que
el sujeto toma como una evidencia de carácter irrefutable. Lo evidente del
conocimiento posibilita la afirmación y la posesión de la verdad.
A
lo largo de la Historia muchos son los estudiosos, filósofos y pensadores en
general que han abordado la certeza en sí y también su similitud o su
diferenciación respecto a lo que sería opinión. Entre aquellos se encuentran,
por ejemplo, clásicos de la filosofía griega como Aristóteles y Platón que
basaron sus ideas en pilares tales como el conocimiento, el entendimiento, la
experiencia y los sentidos.
Por
supuesto, tampoco habría que pasar por alto el papel que jugó el francés René
Descartes, el padre de la filosofía moderna, en el análisis del término que nos
ocupa. En su caso, él dio un giro a las ideas que se habían concebido al
respecto hasta el momento y vino a dejar patente que la
certeza no estaba basada en el conocimiento, como se había venido explicando,
sino más bien en la conciencia que se tiene de que un hecho concreto es verdad.
Kant,
Russell, Karl Kopper o Gödel fueron otros de los autores que también analizaron
a fondo la veracidad trayendo consigo la contraposición de todo tipo de teorías
acerca de la esencia, los pilares y los resultados que trae consigo aquella.
El
concepto contrario a la certeza es la ignorancia: si se desconoce
algo, no se puede tener ninguna certeza. El grado medio de conocimiento entre
la certeza y la ignorancia es la duda (el
sujeto cree que el conocimiento puede ser veraz pero no está en condiciones de
afirmarlo).
La
duda, por lo tanto, tiene lugar cuando existe una insuficiencia del
conocimiento para tener la confianza sobre su certeza. El conocimiento, en
definitiva, aparece como imperfecto y la persona no posee confianza absoluta en
la verdad de sus proposiciones.
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